agosto 26, 2011

El Secreto

Ven, acércate y atiende, que te voy a contar un secreto. ¿Ves aquellos acantilados donde las olas baten con fuerza y se vuelven blancas? ¿Los ves? ¿Sí? Cierra los ojos e intenta imaginártelos  ¿Puedes? ¿Y las olas? ¿Igual de blancas?  Allí está mi padre recogiendo percebes.


¿A él no eres capaz de localizarlo? ¿Ni con los ojos abiertos? Ya... Fíjate bien. ¿Nada? Pues cierra otra vez los ojos e inténtalo con ellos cerrados. ¿Tampoco? Espera, toma mi MP3 y escucha esta música:  



A ver ahora, ¿ni así? Continúa intentándolo. No, no, mejor con ellos cerrados.

¿Sabes?, al principio yo tampoco era capaz de verlo. Lo conseguí cuando escuchaba esta música, en un momento que tenía los ojos cerrados; por eso es mejor que pruebes primero de esa manera. Claro, también puedo con ellos abiertos; desde aquel día.

Fue poco tiempo después de que él se fuera a por los percebes. Me dijo que lo esperara, aquí, donde estamos, precisamente; quería aprovechar la marea baja. Pero la marea bajó y subió una y otra vez hasta que mi madre me vino a buscar.

Te aseguro que miré y remiré piedra a piedra, ola a ola y marea a marea, tanto aquel día como al siguiente y al otro.

¿Lo ves, ya lo ves? Lo sabía, primero era necesario intentarlo con los ojos cerrados.



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