diciembre 27, 2009

Queridos Reyes Magos:




Queridos Reyes Magos:
 
Este año, en mi carta, me gustaría pediros un muy FELIZ AÑO NUEVO, pero como vosotros llegáis el día 6, me conformaría con que trajerais un buen “paquete” de Responsabilidad a repartir entre todos los órdenes sociales. Sentido Común y una “mica” de Conciencia no nos sobrarían tampoco, aunque supongo que sería pedir demasiado y como todos sabemos, por activa y por pasiva, estamos en tiempos de crisis (una pena que en tiempos de bonanza no ocurriera otro tanto). No, no pierdo la esperanza de que, entre tantos regalos, os quepa un “poquito” de Sentido Común; quizás la Conciencia sea más cosa de Dioses que de Reyes, lo comprendo. De cualquier manera, dejaré mis mejores zapatos junto a la chimenea, con la misma ilusión de siempre; y no faltarán el vasito de leche y las galletas, contadas, eso sí.
 
Vuestro niño de toda la vida…
 
GENEROSOS REYES A TODOS Y…
feliz año nuevo
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diciembre 06, 2009

Menudo Belén


 Lo siento, no llegué a tiempo con el relato y éste  que subo era demasiado largo para el Sábado de Mercedes. Por eso incluyo Menudo Belén fuera y como relato de temporada. ¿Me disculpas, verdad, Mercedes?

Menudo Belén



‑¿Papá, te puedes quedar con el niño?
No, pero dijo que sí ¿A mediados de diciembre qué otra cosa podría decir?
‑Tengo que hacer unas compras... aún no le tengo los reyes...
‑Ya, vale, vale ¿Lo traes tú o voy yo por él?
‑Si puedes venir me haces un favor, así ganaré tiempo, estoy aún sin arreglar...
No, claro que no podía, pero también dijo que sí. Hay favores ineludibles.
‑Dale antes la comida, ya sabes lo mal comedor que es.
Con la mano barrió el tablero arrastrando las piezas hacia la caja, y una detrás de otra fueron cayendo dentro. Ironías de la vida, allí eran todas iguales, no había diferencias entre reyes y vasallos.
Adiós venganza, ahora que había repasado la defensa Siciliana contra el gambito Morra que el palurdo de Anselmo le jugaba. Casi siempre le comía la dama en alguna de sus estúpidas celadas, no había partida en la que no encontrase una descubierta con la que dejarle en ridículo. Su hija, oportuna como siempre, había elegido el mejor día para salir de compras, precisamente a la hora de su partida en el centro social. Qué suerte tenía el muy cabrito, otra vez se le escapaba vivo.
Se puso el abrigo y los guantes. Iría a pie, no le gustaba demasiado sacar el coche, sobre todo por culpa de los atascos. Además la casa de su hija tampoco quedaba muy lejos. De paso aprovecharía para pasar por su esquina preferida, seguro que a Fermín aún le quedaban castañas para asar y las estaría vendiendo. Tendría que dar un pequeño rodeo, pero siempre lo había dado. Cada vez que subía la calle y se acercaba a la esquina del castañero le recordaba su niñez, cuando se pasaba horas maquinando como conseguir el duro que le iba a costar el cucurucho del día siguiente. Afortunadamente, en 24 horas solían ocurrir muchos milagros y casi nunca le faltó el dinero para calentarse las manos y la barriga. Las pocas veces que se acercó con el bolsillo vacío tuvo suerte, el padre de Fermín, castañero también, nunca lo dejó sin castañas.
Tenía un recuerdo entrañable de aquel olor que salía a recibirlo, salvo los caprichos del viento, siempre lo esperaba una manzana antes. Por él sabía cuando las castañas estaban en su punto, ya casi le quemaban antes de llegar. Reconoció aquel aroma cuando estuvo a la altura del semáforo, las estarían sacando del fuego.
‑A mí dame un cucurucho bien caliente Fermín.
‑Anda ¿y tú por aquí... ?
‑Tengo que ir a buscar a mi nieto, he de cuidarle mientras su madre no está.
‑Ahí tienes.
‑¡Queman!
‑Las sigo asando con fuego, como siempre.
‑Ya veo, ya...
‑No, no te las cobro, es un regalo para el crío.
‑Gracias, le diré que son de tu parte. Si no nos vemos antes, felices fiestas.
‑Igualmente, felices fiestas.
Recogió al niño y salió a la calle, se distraerían mejor paseando por el parque.
‑¿Nos sentamos un poco en este banco?
‑¿Ya estás cansado abuelo?
‑No, que va, pero tengo aquí unas castañas asadas que me dio Fermín para ti...
‑Están muy sucias, no me gustan.
‑Sucias no, eso es que están bien cocidas y ricas.
‑No, yo quiero ir a El Corte Inglés.
‑¿Adónde? ¿Para que quieres ir? Daremos un paseo por aquí...
‑Llévame abuelo.
‑Está muy lejos y hace mucho frío...
‑Quiero ver a Papá Noel.
‑¿Papá Noel? Entonces no hace falta ir tan lejos, seguro que también está por aquí en algún sitio. Alcampo y Carrefour están más cerca.
‑Dijo la tele que estaba allí.
‑Ya, pero también estará en otras tiendas.
‑A Carrefour y Alcampo van a ir los Reyes Magos, pero Papá Noel está en el Corte Inglés.
‑¿Quién te dijo eso?
‑Lo sé yo abuelo. En Alcampo y Carrefour pueden aparcar gratis los camellos y en El Corte Inglés no.
‑¿Tú crees? Si es por eso a mí no me parece una razón suficiente. Papá Noel trae un carro tirado por un montón de renos.
‑Pareces tonto abuelo. Los renos vuelan y pueden tener el carro en el aire sin que los vean.
‑¡Ahhh! No me había dado cuenta ¿Quieres castañas, se van a enfriar?
‑¡Boh! No, ya te lo dije. Quiero ir a El Corte Inglés.
Les quedaba bastante lejos, tendrían que coger un taxi o ir a por el coche. Mientras pensaba, jugaba con una castaña, le daba vueltas con la mano para que se enfriase. Un niño que pasaba quedó mirando el baile del fruto.
‑¿Te gustan las castañas? ¿Quieres?
‑Mucho, sí.
‑Toma
‑Todas no abuelo, que son mías.
‑¡Ah! ¿Pero tú también quieres?
‑Ahora sólo quiero una, pero guárdamelas para más tarde.
Lo pensó mejor, iría a pie. Así no sufrirían tanto tiempo las aglomeraciones de los hipermercados. Vaya tarde, con lo bien que estaría jugando la partida de ajedrez.
‑No me dijiste porque querías hablar con Papá Noel.
‑¿Me llevas, sí?
‑Si me dices lo que le vas a pedir...
‑Le voy a pedir el juego Sabelotodo.
‑¿Sabelotodo? ¿Y eso qué es?
‑Son cartas mágicas que dicen donde están las cosas. Con ellas sabré dónde está papá.
‑¿Dónde está... ? ¡Ahh! ¿Quieres las castañas? Ya casi están frías.
‑Abuelo te dije lo que le pido a Papá Noel, ahora me tienes que llevar.

***

Un responsable del centro comercial explicaba a un nuevo colegio las bases del concurso "Belén Viviente", actividad que formaba parte de la promoción navideña de aquel año.
‑...En el folleto vienen las instrucciones, pero resumiendo; a cada niño se le asignará un personaje del "Belén Viviente" que tendrá que buscar entre los clientes que voluntariamente accedan representar. Para que no falte nadie, cada vez que una de las personas tenga que irse, el niño deberá encontrarle sustituto y así sucesivamente hasta que alguno de los concursantes no sea capaz de encontrar a nadie que le dé vida a su correspondiente figura. Como podéis comprobar, el decorado y los animales ya están, sólo faltan las personas. Que cada niño se acerque a recoger la ficha de su personaje, cuando la tenga, todos tendrán 15 minutos para completar el "Belén Viviente" y a partir de ahí dará comienzo el concurso...
‑¿ Tere a ti que personaje te tocó?
‑¡Jo! Baltasar, el rey negro...
‑Alguno habrá, peor me tocó a mí, tengo que buscar a la virgen...
‑¡Qué mala leche tienes Paco!
‑Es un estúpido
‑¿Tere, Luis, Paco dónde os habéis metido, qué hacéis? Dejaos de tonterías
que no tenemos más que quince minutos.

***

‑¿Quieres ser un pastorcito?
‑¿Abuelo, me dejas hacer de pastor?
‑¿Pero no tenías que hablar con Papá Noel?
‑Sí, pero lo buscamos después, ahora quiero ser pastorcillo.
‑Por favor, sólo es un momento, hasta que encuentre otro niño, sino perdemos el concurso.
‑Vale, pero no te quejes después si te cansas.
‑No, no me canso.
Mientras contemplaba como vestían al niño con ropas de cartón para darle la apariencia típica de los pastorcillos del Belén se le acercó su yerno.
‑¡Hola!
‑¿Qué haces tú aquí?
‑Necesito hablar con usted.
‑Precisamente ahora.
‑Llevo casi dos años sin ver al niño.
‑Ni se te ocurra.
‑Tiene que ayudarme, quiero a su hija, y si no hice nada es porque tenía la esperanza de que se le pasara el enfado. Pero yo solo no puedo, ni tampoco estoy dispuesto a renunciar a mi hijo.
‑A buenas horas mangas verdes... Qué oportuno eres hijo ¿No encontraste mejor momento?
‑Acabo de hablar con ella y sigue en sus trece, se ha empeñado en que miento y yo siempre le dije la verdad.
‑¿Está aquí? Por Dios, lárgate, que no te vea conmigo.
Si llegasen a coincidir los cuatro, su hija no se lo perdonaría, no quería ni pensarlo.
‑¿Me ayudará? ¿Podrá hacerlo?
‑¡Vete de una vez! ¿Es muy gordo lo que le has hecho?
‑Nada, no le hice nada y no sé lo que le pasó. Me empezó a llamar mentiroso y eso no es cierto, siempre le dije la verdad.
‑La verdad, la verdad... queréis jugar a ser dioses y no sois más que unos niños mal criados.
‑Eso no es verdad...
‑¿Pero aún estás aquí? Intentaré hablar con ella, pero sal de mi vista, no quiero verte más.
Cuando miró de nuevo hacia el belén no vio a su nieto, en su lugar había otro niño. El corazón le empezó a latir con más fuerza, la camisa le apretaba el cuello, tanta gente le quitaba espacio, le faltaba aire. Aspiró con todas sus fuerzas, mientras parecía como si hablase mentalmente con alguien invisible.
‑"Ahora no, ahora no, dame un poco más de tiempo... tiene que estar por ahí entre la gente..., espera que lo encuentre..., el tiempo de buscarlo nada más..."
Nadie le sabía decir por donde se había ido, sólo que se marchó con el traje de cartón puesto y sin avisar. Pensaba más deprisa que latía su corazón.
‑¿Papá Noel, dónde está Papá Noel?
‑Por allí señor, no empuje...¡Qué bestia! Menudo pisotón....
En el regazo de Papá Noel había un pastorcillo de Belén, suspiró hasta que se desinfló, el corazón también aflojó su ritmo. Ya cabía dentro de la camisa.
‑¿Le has pedido a Papá Noel lo que querías?
‑Sí, y dijo que me traería el juego.
‑Entonces nos vamos.
‑Todavía no abuelo, quiero ir otra vez al belén.
‑Ni hablar.
‑Tengo que devolver la ropa de pastorcillo...
‑Es un regalo por hacer de pastor..., vamos, tenemos que irnos.
‑Pero yo quería ver el belén...
‑Te llevaré a un sitio donde lo podrás ver de un tirón.
Decidió terminar la tarde en el centro social.
‑¿Abuelo, es este el belén que decías?
‑Sí ¿te gusta?
‑Un poco, este tiene las figuras de plástico.
‑Para que no se cansen tanto.
‑Dame otra castaña.
‑Ya no quedan ¿Tienes hambre?
Entre bocado y bocado, el niño fue descubriendo el blanco y negro del ajedrez. Mientras miraba como comía pensaba en lo que le había ocurrido en el centro comercial. Aún no se lo creía.
Al día siguiente compró un ramo de rosas rojas y fue otra vez al portal del edificio de su hija, pero esta vez no subió al tercero donde vivía, se quedó en el segundo. Llamó a la puerta y le abrió una mujer de su edad más o menos, quizás más joven pero no mucho.
‑¿Cómo te atreves a llamar a esta puerta?
‑¡Hola! ¿Puedo entrar?
‑¿Acaso ya no te acuerdas?
‑Ya soy viejo, cada vez me cuesta más recordar, apenas me queda memoria. Pero me alegro de que tú la sigas teniendo tan lúcida como cuando nos conocimos.
‑¿Qué quieres?
‑Necesito que me ayudes.
‑¿Ayuda, a mí me vienes a pedir ayuda? Chocheas.
‑Por favor, déjame entrar antes de que me descubra mi hija, o tendré que estar otro tanto tiempo sin volver.
Abrió la puerta del todo y se apartó para dejarlo pasar.
‑Has cambiado mucho, antes no me intentabas ligar con flores.
‑¿Las flores? ¡Ah! Perdona, no son para ti. A eso venía, se trata de ayudar a mi hija, como sabes ya va para dos años que está separada del marido. Son tan bobos como lo fuimos nosotros. El quiere volver pero ella no lo acepta, necesita que le echemos una mano.
‑Para, para, que no te entiendo ¿Qué quieres decir?
‑Es muy sencillo, tú le entregas este ramo de rosas a mi hija y le dices que crees que es para ella. Le dices que desde hace casi dos años estás recibiendo flores de alguien que no conoces. Creo que si logras convencerla de que se trata de un error, de que las rosas iban para el tercero en vez de para el segundo...
‑Estás loco.
Le puso el ramo en la mano sin esperar a que lo aceptase, y mientras se despedía, sacó una flor y se la puso en el bolsillo de la bata. Sin escuchar las protestas salió y cerró la puerta.

***

‑Entonces usted era amiga de mi madre.
‑Hasta que conocimos a tu padre, primero fue novio mío hasta que en un abrir y cerrar de ojos se casó con tu madre. Nunca más nos hablamos mientras ella vivió, ni tampoco después. No fui capaz de perdonarles.
‑Lo siento.
‑Tu no tienes la culpa, y ellos, por desgracia, también lo pagaron muy caro.
‑No se como agradecérselo, las flores si son para mí, lo sé por como me llama en la tarjeta.
‑Me alegro de haber resuelto el misterio, aunque te tendrás que conformar con este ramo, los demás ya se han marchitado.
‑Muchas gracias, creo que acaba de salvar mi matrimonio.

***

El día de Nochebuena por la tarde recibió una llamada de su hija, lo invitaba a cenar, pero con la condición de que aceptase compartir la cena con la vecina del segundo.
‑Espero que lo comprendas, me ha salvado el matrimonio. Me gustaría mucho que vinieses, pero si no quieres venir lo comprenderé.
‑Al contrario, si es cierto lo que dices, seré yo quien le esté agradecido. Lo importante es que tú estés bien. ¿Y el niño, qué tal con su padre?
‑Ahora te lo paso.
‑Abuelo ¿Vienes a la Nochebuena? Ven y jugamos una partida, ya le hice "jaque hale" a papá.
‑¡Jaque mate!

***

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diciembre 04, 2009

Lotería





Desde su blog, Maat comparte su suerte y me cede el testigo para que continúe con este número de la fortuna, que pone en juego Carlos desde su blog: Alas de plomo.
 
A su vez, desde aquí, le doy otro empujón para que la fortuna llegue a los blogs:






...y que la suerte siga rodando.
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diciembre 01, 2009

¡¡¡Muchas Gracias!!!




Sí, muchas gracias..., a los que me dejasteis comentarios de ánimo como a los que me los enviasteis por e-mail; muchas gracias a todos. Para mí ha sido una auténtica lección de humanidad; quizá por prejuicios, pero nunca imaginé que a través de este medio se podría conocer a gente tan entrañable. Me habéis conmovido y estoy muy agradecido de formar parte de este magnífico grupo que comanda Ramón.


Aunque no estoy restablecido del todo, la mejoría se nota a cada jornada; con un poco de suerte, se puede decir que ya he vuelto. Despacio, intentaré la puesta al día; leyendo y disfrutando de vuestros blogs, como siempre.
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