abril 24, 2009

SÁBADOS DE MERCEDES: Flor de Toxo

SÁBADOS DE MERCEDES

"ERÓTICO"




Aquí, sobre esta cama de hierba, bajo las estrellas de junio, deja que te desnude, que descubra al estío esos dos quesos gallegos. Maduremos sin ropas, que los búhos sean testigos. Dájate, amor. ¡Ay, déjate querer, Concha mía; quiero ser tu hombre lobo esta noche de luna llena.

No, tanga no traigas; no conviertas tu culo, mi mundo de ensueño, mi mayor fantasía, en otra morcilla atada de tantas. Para él braguitas suaves de algodón, que lo acaricien en mi ausencia, que lo mimen y abracen como piel sobre piel. Quiero sentirte, así; recorrerte con las yemas de mis dedos, con la punta de mi lengua, con mis besos; notar como bajo la tela crece y se abre “a flor do toxo”, como nacen y manan ríos de tu “monte salgueiro”. ¡Ay!, mi “chorima” querida, tú lo eres todo. Aquí, en tu entrepierna, empieza y se acaba mi existencia. ¡Ay, Concha!, Conchita de mis entretelas; despacio, despacito que me voy.

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abril 18, 2009

Sábados de Mercedes: Primavera sin flores



Ingenio y mal genio se unían para ahuyentar los amigos y vecinos de Julián. Andaba el hombre con paso cambiado respecto a su pueblo, ni intenciones mostraba de acompasarlo. Desde luego que no, y menos mientras continuara lloviendo. Estaba harto.

Llovían quejas por la mañana en la panadería, en la carnicería, en el supermercado; a mediodía en la comida, a la hora del café y la partida en la taberna; agua día y noche sin parar. Cuando no caía del cielo, la llamaban a gritos.

¡Este año no hay primavera!

¡No para de llover!

¡Con este tiempo no nacerán las flores!

¡Y las que nazcan se las llevará el agua!

¡Nos vamos a quedar sin primavera!

¡Pasa, Julián, no te quedes en la puerta!

¡Entra, que te mojas todo!

¡Qué manera de llover!

Hasta las narices, estaba hasta las narices. ¡Qué coño tienen que ver las flores!

¡Sin flores no hay primavera, Julián!

¡Cojones!, eso lo dirás tú, todo el pueblo, me da igual; podéis decir lo que os dé la gana. A ver si os creéis que al ahogarse las flores también se ahoga la primavera. Pero a nadie parecía importarle lo que él decía, daba la sensación de que se había puesto en marcha una confabulación para convencerlo de que a este año se le iban a ir por el desagüe por lo menos tres meses.

Partió a la ciudad sin decir adiós siquiera, ni a los que le preguntaban les respondía más allá de: ni yo mismo lo sé.

Regresó en una furgoneta, cargada de paraguas de todos los colores. Las descargó en la huerta, a la vista de quien quisiera verlo. Pensaran lo que pensaran, le importaba una mierda. Esperaría a la mañana siguiente, se dijo. Y, efectivamente, también aquel día se meaba el cielo por las cuatro esquinas.

Comenzó a plantar paraguas como si fuesen coles, abiertos y cerrados iban añadiéndose al surco en fila de a uno. Huerta y jardín, las copas de los frutales e, incluso, un pino que guardaba la entrada de casa como perro guardián, lucían coloridos y engalanados.

Ya podía llover!, lo que quisiese, que sin primavera nadie se iba a quedar.


¡Ni de coña! A falta de flores sobraban los paraguas de… (¡hostias!, el pareado ahora no). Que a Julián le importaba, como decía él: ¡una mierda!, la primavera, las flores, los paraguas y sus vecinos; lo único que deseaba es que se cambiase de tema de conversación en el pueblo. Ya estaba harto de que le hablaran siempre del tiempo.

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