Se está haciendo tan largo el 
tiempo de 
recuperación que hasta el blog comienza a tener telas de araña. Por eso,
 aunque sólo sea una mirada hacia atrás, necesita de un "impulso".
Siento la 
melancolía
 como una piedra que se resquebraja y se convierte en arena, 
arena cada vez más fina que se cuela entre los dedos al cerrar la mano. 
La melancolía es como un viaje en tren; un viaje que se anda despacio, 
muy despacio y con el "tracatrá" golpeando el pecho. Un viaje marcha 
atrás, con la mirada puesta en los recuerdos que se alejan como los 
postes de la luz, como los prados y las tierras de labranza. Allá 
quedan, al otro lado del horizonte, el pueblo, las montañas y el cielo 
más cercano. Pero es un horizonte engañoso, con el retorno nada es 
cierto, ni los recuerdos. Y la melancolía lo sabe.
Melancolía 
Siento la 
melancolía
 como una piedra que se resquebraja y se convierte en arena, 
arena cada vez más fina que se cuela entre los dedos al cerrar la mano. 
La melancolía es como un viaje en tren; un viaje que se anda despacio, 
muy despacio y con el "tracatrá" golpeando el pecho. Un viaje marcha 
atrás, con la mirada puesta en los recuerdos que se alejan como los 
postes de la luz, como los prados y las tierras de labranza. Allá 
quedan, al otro lado del horizonte, el pueblo, las montañas y el cielo 
más cercano. Pero es un horizonte engañoso, con el retorno nada es 
cierto, ni los recuerdos. Y la melancolía lo sabe.
