Me cuesta admitir el posesivo “mi”, no siento que la calle en la que vivo sea mía. Nunca he tenido esa sensación, ni la de arraigo tampoco; me parece más un lugar de paso. Si no recuerdo mal, ya de niño experimenté una relación más pragmática que sentimental con los lugares en los que me coincidió vivir. No quiero decir con esto que sea un apátrida —al menos, yo no lo entiendo así—, ni que sea insensible...